KEYNES
El economista de mayor
influencia en la primera mitad del s. XX. Su impacto en la opinión pública
recuerda la época de D. Ricardo (v.). La eficacia de sus enseñanzas entre los
economistas profesionales rememora la figura de Marshall (v.), de cuyas
doctrinas había sido un brillante expositor el propio K.
La utilización de un lenguaje estrictamente técnico en muchos de sus escritos
fundamentales, no fue obstáculo para que indujera un cambio radical en la
opinión de políticos, líderes sociales, funcionarios y banqueros de su
época. Su preocupación por el problema del empleo, bajo la presión de los
millones de parados durante la crisis de 1929, le permitió no sólo suministrar
un modelo general de desequilibrio, de más alcance que el prevaleciente con el
pensamiento ortodoxo, sino también un conjunto de políticas a corto plazo para
responder al reto de los hechos. K., que no estaba interesado en que se
derrumbara el capitalismo, suministró un diagnóstico de los males de la
sociedad capitalista con la intención de corregir su funcionamiento. En la
década de los 60, cuando su eco se estaba apagando, y hasta que Clower y
Leijonhufud vinieran a rescatarlo, parecía que sólo unos cuantos
recalcitrantes conservadores de las viejas tradiciones inglesas se empeñaban en
invocar sus ideas.
Había nacido K. en el seno de una familia burguesa con fuerte tradición
intelectual; se educó en Cambridge, en cuya universidad su padre, John Neville
Keynes, era eminente economista político. Su madre fue alcaldesa de Cambridge.
Y en este clima intelectual, en el corazón del racionalismo inglés,
produciría K. sus logros más notorios.
K., que había estado en Eton, concurrió a Cambridge en 1902. Estuvo en el
King's College, institución con la que permanecería conectado durante largos
periodos en su vida. Como tesorero del King's salvó la situación económica
del colegio y participó intensamente en todos los actos de la vida colegial.
Fue aquí donde recibió las enseñanzas de A. Marshall, a quien, según parece,
mantenía, en su fuero interno, una estima limitada. Sin embargo, durante mucho
tiempo impartió las enseñanzas de Marshall, convirtiéndose en distinguido
pregonero de sus ideas.
El campo de acción de sus actividades fue increíblemente amplio. Logró éxito
en las más diversas ocupaciones. Alto funcionario, publicista, coleccionista de
libros, interesado por las artes, periodista y, finalmente, economista. Nunca se
limitó a ser tan sólo economista. Merece destacarse, para ilustrarlo, el
influjo de G. E. Moore, que parece estaba destinado a dejar en K. un poso de fe
en la belleza y las relaciones personales, como elementos estables y perennes de
la vida. Interesado por las letras y las artes, tomó parte activa en el grupo
Bloomsbury, que influyó notablemente en las corrientes literarias y artísticas
de su generación. En torno al grupo se encontraban críticos, literatos,
pintores. En él figuraban nombres como Virginia Woolf, Lyntton Strachey, Duncan
Grant y E. M. Foster. K. contrajo matrimonio con Lidia Lopokova, primera
bailarina del ballet ruso; esta circunstancia amplió su interés hacia el mundo
del teatro. La Fundación del Teatro de las Artes, de Cambridge, en 1936, fue
obra del propio K., que en el mismo año daba al público su Teoría General del
Empleo, el interés y el dinero.
Una vez graduado, K. ingresó en la Indian Office; su primer libro sobre
economía, publicado en 1913, recoge esta experiencia: Indian Currency and
Finance. En 1911 K. había aceptado la dirección del Economic Journal. Durante
la I Guerra mundial, fue consejero en el ministerio de Hacienda. Terminada la
guerra, participó en la Conferencia de Paz, pero se mostró disconforme en los
términos del acuerdo con Alemania. Las moderadas cantidades que, a su entender,
Alemania estaba en condiciones de pagar, no tenían visos de ser aceptadas. En
señal de protesta, dimitió de su puesto y formuló un fuerte ataque a la
conferencia en su Economic Consecuentes of the Peace. La obra no fue del gusto
de los círculos oficiales ingleses, máxime teniendo en cuenta que los
partícipes en la conferencia, Lloyd George, Wilson, Clemenceau, resultaron
agriamente dibujados. El libro argumentaba que Alemania no podría producir lo
necesario para pagar la deuda de guerra que se le imponía. Más aún, si por
ventura llegara a producir los bienes en cuestión, no sería capaz de venderlos
en el exterior para obtener la suma exigida en concepto de reparaciones. En 1920
se habían modificado las exigencias; generalmente se acepta que esto se debió,
en buena parte, a su influjo.
En 1930, ofreció al público los dos volúmenes del A Treatise on Money. En él
había, sin duda, una explicación cohere te de las depresiones económicas,
mediante un ingenioso enfoque de la relación ahorro-inversión. La obra
suministraba recomendaciones importantes de actua ión en materia bancaria y
proporcionaba una buena descripción de determinadas instituciones financieras.
La fama de la Teoría General se encargó de labrar el infortunio del Treatise.
Durante el periodo de publicación del Treatise, las dificultades de la gran
depresión arreciaban. En 1933, K. publica su folleto The Means to prosperity.
Es un paso más hacia La Teoría General. Apoyaba ya una política de obras
públicas y una intervención estatal más amplia. El concepto de multiplicador,
que relacionaba incrementos de inversiones con aumentos de renta formulado por
R. F. Kahn, fue empleado ya por K.
La presión de los hechos, la brecha entre éstos y el análisis establecido,
así como una larga evolución dentro de una vieja tendencia del pensamiento
económico, ha conducido a una obra de difícil lectura, «mal escrita y muy mal
organizada..., pero... cuando al fin se domina se encuentra que el análisis es
obvio y al mismo tiempo nuevo. En resumen es la obra de un genio», en frase de
P. A. Samuelson. La Teoría General fue escrita durante unos años de
depresión. Este hecho influyó sin duda en K., que siempre escribía
respondiendo a los problemas y preocupaciones del presente. Pero su obra no es
tan sólo una respuesta para atenuar la depresión -aunque es también esto-,
sino que puede aplicarse asimismo a situaciones de inflación asociadas a exceso
de demanda.
Tras años de envejecimiento e incapacidad para explicar situaciones, algunas de
las cuales se habían generado con la ayuda de la propia teoría, K. fue objeto
de una nueva exégesis. Su modelo teórico tiende a ser entendido como un
entramado aplicable a las situaciones de desequilibrio, mejorando las
explicaciones de los modelos de equilibrio general con ajuste a través de los
precios.
No puede predecirse cuál será la suerte del pensamiento de K. Hasta ahora ha
suscitado y estimulado innumerables estudios, en muchos de los compartimentos de
la ciencia económica -Econometría, Contabilidad nacional, etc- y se manejan
aún conceptos keynesianos en los estudios habituales sobre el comportamiento
presente y futuro de las macromagnitudes. En cualquier caso, su influencia
difícilmente puede exagerarse